Así pues, se marchó Andrés el día de Navidad a Valencia, donde el padre era propietario de una casa, para revisar que esta se encontrara en buen estado. Compró u billete de ida y vuelta y se fue tan rápido como pudo. Llegó a Valencia, y una vez allí,se dispuso a ver la casa. Era perfecta. El sol, reluciente, iluminaba el patio, y junto a él, había un pequeño huerto. El suelo era de baldosas azules, y en el jardín había una pequeña plazoleta.
Día más tarde, Don Pedro, Margarita, y Luisito, viajaron a la casa de Valencia Andrés acabó de sacarse el curso en Madrid, y también fue a vivir a la casa de la costa, junto a su hermano enfermo. Se encontraba muy a gusto en ese pequeño paraíso: a Luisito se le veía feliz, y con mejor aspecto y como consecuencia, también a Margarita, Andres disfrutaba leyendo y escribía a los hospitales para ser médico rural, aunque por el momento sin mucho éxito.
Al cabo de unos meses, Don Pedro le dijo a Margarita que no podían sostener dos casas, y que debían hacer algo. Buscaron soluciones, y pensaron que quizás los primos de Don Pedro, que vivían en Valencia los acogerían. Y así fue. Pero a pesar de estar en Valencia, la casa era sombría, y el ambiente no era propicio para Luisito. Aceptaron a Andrés pocos días después en el hospital de Burgos, donde se necesitaba suplir la baja de un médico viudo con el cual entabló una buena amistad. Se respiraba frescura i libertad en Burgos, cuando, después de barios días sin saber de él, la familia, escribió a Andrés para informarle de que Luisito Había muerto después de grandes fiebres, a causa de una meningitis tuberculosa. A pesar de la gravedad de la noticia, Andrés no sintió ninguna pena, pues su último recuerdo, era el de un Luisito sano y feliz. A pesar de eso, le parecía mal, pero no podía provocar en sí mismo un sufrimiento inútil.
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